EL HIJO PRODIGO..
EL
Cuadro "EL Regreso Del Hijo Pródigo" De Rembrandt (1606-1669)
Frente a él figura el padre,
inclinado levemente sobre su hijo, posando las manos sobre su espalda. Las
vestiduras del anciano están cubiertas por un manto rojo y por debajo de éste
asoman las mangas de una túnica de color ocre con reflejos de un dorado verdoso
que contrasta con los vestidos harapientos del joven.
La luz inunda el rostro del padre,
que dirige la mirada hacia abajo resaltando la emotividad de la escena, aunque
el núcleo de la misma reside, sin duda alguna en el gesto sencillo de sus
manos, representadas de forma distinta. Así pues, la mano izquierda se apoya
con firmeza y mayor vigor sobre el hombro del muchacho y la mano derecha lo
hace con delicadeza.
Los rostros y las miradas: Merece contemplarse con detenimiento el rostro del
Padre, que se muestra íntegro, y los rostros de los dos hermanos, que sólo
aparece en una de sus faces. La mirada del Padre aparece cansada, casi ciega,
pero llena de gozo y de emoción contenidas. La cara del hijo menor trasluce
anonadamiento y petición de perdón. El rostro del hermano mayor aparece
resignado, escéptico y juez. El hijo mayor, correctamente ataviado, surge en el
cuadro desde la distancia.
Bajo la forma de un viejo patriarca
judío, emerge también un Dios maternal que recibe a su hijo en casa. El anciano
se inclina sobre su hijo recién llegado y tocándole los hombros con las manos,
se puede apreciar, no sólo al padre que estrecha al hijo en sus brazos, sino a
la madre que acaricia a su niño, le envuelve con el calor de su cuerpo, y le
aprieta contra el vientre del que salió.
La fuerza del abrazo y de las manos del Padre: La centralidad del cuadro, el abrazo del
reencuentro entre el Padre y el hijo menor, emana intimidad, cercanía, gozo,
reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca al hijo menor a su regazo y
a su corazón y el hijo, harapiento y casi descalzo, se deja acoger, abrazar y
perdonar. El Padre impone con fuerza y con ternura las manos sobre su hijo
menor. Son manos que acogen, que envuelven, que sanan .
La mano izquierda, sobre el hombro del hijo, es
fuerte y musculosa. Los dedos están separados y cubren gran parte del hombro y
de la espalda del hijo. Se nota cierta presión, sobre todo en el pulgar. Esta
mano no sólo toca, sino que también sostiene con su fuerza. Es una mano de gran
firmeza. La derecha es fina, y suave. Los dedos están cerrados y
son muy elegantes. Se apoyan tiernamente sobre el hombro del hijo menor. Quiere
acariciar, mimar, consolar y confortar. Es la mano de una madre.
Os pies del joven reflejan la historia de un viaje humillante: el pie izquierdo, fuera del calzado, muestra una cicatriz, al mismo tiempo que la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja, de color amarillento y marrón, está estropeada, y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada. Sin embargo, lleva ceñida a la cintura una pequeña espada. El único signo de dignidad que le queda Es el testimonio de su origen, el único vínculo que le queda de su historia, la única realidad que todavía le une al Padre.
Os pies del joven reflejan la historia de un viaje humillante: el pie izquierdo, fuera del calzado, muestra una cicatriz, al mismo tiempo que la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja, de color amarillento y marrón, está estropeada, y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada. Sin embargo, lleva ceñida a la cintura una pequeña espada. El único signo de dignidad que le queda Es el testimonio de su origen, el único vínculo que le queda de su historia, la única realidad que todavía le une al Padre.
Su rostro no se advierte, pues el
joven lo hunde en las vestiduras paternas. No quiere mostrar íntegro su rostro,
sus intenciones -"Me pondré en camino y le diré...¡Padre, he pecado contra
el cielo y contra tí!...Trátame como a uno de tus jornaleros".
Su mirada aparece fría y distante, a diferencia de la del padre, que es tierna y acogedora. Nada tienen que ver tampoco sus manos con las de su progenitor: si el padre con sus manos extendidas da acogida al hermano menor, el recogimiento de las suyas insinúa un cierto rechazo. Cabe destacar también que se mantiene apartado de la escena principal, lo que corrobora que no parece ser un alejamiento sólo físico. Una tercera contraposición se podría establecer en la forma con que Rembrandt trata la luz que incide sobre su rostro y la que utiliza para iluminar el rostro del padre: la primera, es fría y estrecha; la segunda, cálida y amplia.
Completan el tres personajes más, un hombre sentado que se
golpea en el pecho, posiblemente un administrador, y, en último término un
recaudador de impuestos al que tan sólo se le intuye el rostro, totalmente
ensombrecido y, por tanto, difuso.Por detrás una mujer. Estos personajes son
también testigos de los hechos que están teniendo lugar, pero su papel es
secundario. Rembrandt ha querido otorgar el protagonismo a las otras tres
figuras, que se agrupan originando dos centros (padre y hermano menor a la
izquierda, y hermano mayor a la derecha). Destaca ante el espectador el espacio
que se abre entre ambos grupos y que ocupa el centro de la composición.
Consideraciones sobre esta parábola.-
La mejor de las parábolas: Es, sin duda, la bella y conocida de las parábolas
del Evangelio. Es quizás la que mejor expresa quién es Dios y cómo es el
hombre. Se encuentra el capítulo 15, versículos 11-32, del Evangelio de San
Lucas.
.-Los cuatro símbolos que usa el Padre
** El anillo:
Signo de filiación, ahora reencontrada.
** Las sandalias:
Signo de la libertad recuperada. En la cultura hebrea y antigua, los esclavos
iban descalzos; los hombres libres, iban calzados con sandalias.
** El traje nuevo:
Signo del cambio y de la reconciliación. Imprescindible para una vida nueva y
para la fiesta que después llegará.
** El sacrificio del mejor novillo: Preanuncio del sacrificio del Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo y signo de la fiesta, a la que acompañarán la música
y los amigos. Es expresión de la fiesta de la reconciliación.
El cuadro nos interpela acerca de nuestra propia
vida cristiana en clave de hijo menor -¡tantas idas y venidas!, ¡tanto
buscarnos sólo a nosotros mismos, ¡tantas mediocridades y faltas!- y de hijo
mayor -el que todo lo sabe, el perfecto, el bien ataviado, el responsable, el
cumplidor, el irreprensible, el juez que también se busca sólo a sí mismo y
está lleno de soberbia soterrada- que cada uno de nosotros podemos llevar encima
y ser.
Nos llama y nos urge a ser el Padre de la parábola, en la acogida, en el perdón, en el amor, en la reconciliación plena y gozosa, sin pedir explicaciones, no exigir nada, sólo dando. El cuadro expresa el gozo inefable de la vuelta a casa, del regreso al hogar. ¡Yo soy casa de Dios! Todos y cada podemos ser mutuamente el Padre que acoge, perdona y ama.
Nos llama y nos urge a ser el Padre de la parábola, en la acogida, en el perdón, en el amor, en la reconciliación plena y gozosa, sin pedir explicaciones, no exigir nada, sólo dando. El cuadro expresa el gozo inefable de la vuelta a casa, del regreso al hogar. ¡Yo soy casa de Dios! Todos y cada podemos ser mutuamente el Padre que acoge, perdona y ama.
